sábado, 15 de julio de 2017

Tenía 20 años

... hace 20 años y recuerdo varias cosas de aquella época. Curiosamente no recuerdo mucho de lo que se supone que debería ser más importante y lo que más tiempo me ocupaba: la universidad. Haciendo las cuentas me sale que había terminado tercero y recuerdo cosas evidentes como las asignaturas, las notas, el problema del gusano ... :-), pero incluso algunas de esas cosas evidentes han perdido ya detalle. ¿Saqué matrícula de honor en Física o no? ¿Cómo de malos habían sido mis notas para ir a Junio con los dos parciales de Análisis III? (En Análisis II iba con todo pero la media de los 4 exámenes anteriores era casi de 5). En cambio, sí recuerdo con claridad dos eventos aunque las fechas exactas las tenga que consultar.

El primero de ellos es la primera donación de sangre. Según el carnet, fue el uno de Julio. Es decir, nada más acabados los exámenes, decidí no postergar más lo que había sido una extrañamente poderosa convicción desde que era niño: sería donante de sangre. Recuerdo que doné sangre en Carlos Haya y que al acabar me dieron un ticket para ir a la cafetería a tomar algo. Uno o dos años después ya cerrarían y se instalarían definitivamente en el Hospital Civil.

El segundo, al igual que a media España, el secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco Garrido. Todo el mundo recuerda dónde estaba, qué hacía en lo que esta semana llamaban en la radio "el día de Ermua que duró 100 horas". En mi caso, no recuerdo dónde estaba el día del secuestro. Sí que recuerdo el haberme emocionado con las liberaciones que habían tenido lugar un par de días antes. Más de 500 días secuestrado, ¡madre mía!. Y recuerdo que el sábado en el que se cumplían las 48 horas del ultimátum, fui a jugar al fútbol por la mañana. Más o menos como hoy, pero con 20 kilos más y 20 años menos. Y sin problemas de tendinitis :-). Llegué a casa y como todos, estuve pegado a la televisión rezando de forma laica por que nada pasara o que al menos los servicios de inteligencia los pudieran localizar a tiempo.

Soy de lágrima fácil y no será una sorpresa saber que aquella no fue una excepción. Pensaba en una persona joven, ocho años mayor que yo y todavía menor de treinta. Que, tras dos impactos de bala en la cabeza pudiera vivir y permitir a su familia una última despedida me pareció casi un milagro aunque el milagro que deseaba era que pudiera burlar a la muerte y ese milagro no pudo materializarse.

Del funeral recuerdo solo un par de detalles. Creo recordar que la familia salió al balcón del ayuntamiento a agradecer a los vecinos su apoyo y lo que sí recuerdo seguro es que llevaban (¿su novia quizás?) las baquetas de la batería que tocaba junto a su grupo amateur de música: Póker.

Hoy en día, todavía lo pienso y se me parte el alma: ¡Cuántas personas destrozadas! 
Y sin el mismo efecto pues Miguel Ángel Blanco no es solo una víctima de ETA, es un símbolo involuntario de muchas cosas buenas que vinieron a causa de una pésima, sin el mismo efecto, igual para las otras más de novecientas víctimas. Y todavía podemos darnos por satisfechos con el millar de víctimas si los comparamos con los millones de otros grupos terroristas. Pero estas víctimas nos tocan de cerca. Es triste pero es así.

El único consuelo, igual que tras Miguel Ángel ETA todavía mató a más de sesenta personas antes de anunciar que dejaban de matar, ojalá dentro de 20 años la situación en el mundo sea mejor, no haya asesinos fanáticos, grupos terroristas, violadores de la escalera ... sé que no será el caso, va en contra de una parte de la esencia humana y hasta de la naturaleza, pero ... !Ojalá¡.

Un saludo, Domingo.

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