sábado, 11 de noviembre de 2017

Petecandemor

Hoy todo el mundo habla de ello: Ha muerto Chiquito. Que no se me entienda mal, yo también la siento como propia pues coincido en que ha muerto un hombre bueno y ya eso solo es para estar triste. Sin embargo, la afectación me parece excesiva. El número de horas de radio y televisión me parece excesivo. Y que no le paguen nada cuando les ha dado hechas las programaciones me parece hasta injusto.

Hoy ha muerto más gente, alguno ilustre y también de Málaga que llenó periódicos hace unos años. Sin embargo es improbable que recuerden su nombre los ávidos consumidores de televisión. Y si lo recuerdan probablemente dirán que es solo una muerte más. Todos moriremos, todos nos iremos y no volveremos más. Lo importante es que nos recuerden, mientras que alguien nos recuerde seguiremos vivos.

Esto último es más fácil con alguien que ha hecho reír a millones de personas pero es también posible con personas a las que nadie conoce. Hace poco se hizo viral un anciano muy enfermo de cáncer que solo pedía alguien que cuidara a sus perros. Perros salvados de la calle, debidamente vacunados, veterinariamente atendidos y objetos del mismo amor que ellos le profesaban a él. Espero que estos perros puedan encontrar otra casa en la que pasar los días, muchos o pocos, que les quedan. Su dueño, sin duda, vivirá después de muerto.

Es más, es impropio de alguien de pensamiento eminentemente científico como el mío pero de alguna forma su dueño también vivirá cuando, tras pasar 10 ó 15 años, también estos perros hayan fallecido. De alguna forma quiero pensar que esas buenas acciones tendrán su recompensa y no más allá, sino aquí en la tierra. Quizás simplemente con ese cariño que ellos profesen a la nueva persona que ocupe sus vidas. Quizás con un árbol que plantó hace años y que ha estado fijando el dióxido de carbono en una lucha titática e inconsciente contra el cambio climático.

Como digo, es impropio de alguien de pensamiento eminentemente científico pero posiblemente cuando pensamos en la muerte en una sociedad donde la muerte se oculta, pasan esas cosas. Lo único que puedo pensar es que ojalá que a mí, cuando me llegue el momento, la muerte me pille vivo (como decía ese gran periodista y poeta también malagueño) y además se lleve a un fistro pecador. Jarlll.

Un saludo, Domingo.

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